La Sicilia de las Películas

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Aquí va un nuevo relato que nos han enviado dos chicos que viajaron este verano escogiendo el tour ‘Sicilia a tu aire’ de nuestra agencia, pero debo decir que el itinerario que se han construido es muy original y muy orientado a la Sicilia Cinematográfica! Enhorabuena chicos, y gracias por el relato!!

Creo que nunca hubiéramos imaginado un viaje así. Todo fue perfecto desde el primer día y nos hemos sentido bien atendidos en todo momento.

Nuestro primer campo base era La Casa di Pippinito, llegábamos de noche, y los nervios del primer día nos dificultaron su encuentro. Llamamos a Cesare y este nos vino a encontrar y nos llevó hasta la casa. Gracias Cesare, tuvimos un recibimiento como los dioses, con vino Nero d’Avola y dulcísimos higos y melocotones. Su amabilidad nos tranquilizó un montón, parecía ser que no habíamos empezado con tan mal pie.
Pasamos días inolvidables en La Casa di Pippinitto, visitando lugares preciosos durante el día y disfrutando del atardecer con olor a Naranjos ya de vuelta en casa. Nos cautivó especialmente bañárnos en Acicastello, dónde el contraste entre la roca negra y el agua cristalina llenaba de magia la vista, encima de la cual se yergue un Castillo medieval, antigua base del comandante Almogaver Roger de Llúria.

Es impresionante como preside el Etna la zona Noroeste de Sicilia. Carmelo, un amigo de Cesare, nos llevó un día entero de excursión por el volcán, nos contó varias historias sobre Sicilia y su volcán, nos transmitió cierta información vulcanóloga, y tuvo la amabilidad de dejarnos solos frente al valle del Bove, para que tal basta maravilla no nos dejara cerrar la boca; impresionante, es como un grandioso y natural cuenco de lava.

De bajada, nos presentó a una zorrita que pastaba cerca de la carretera, nunca habíamos estado a 4 metros de un zorro.

Pasadas 3 noches partimos hacia la costa Norte de la isla, hacia Il Giardino di Sicilia en Sant’Agata Militello. Era el momento del mar. Il Giardino estaba situada en la ladera de una colina al lado del mar, almorzábamos cada día con vistas al mar, Santa Agata y su puerto. El primer día allí nos relajamos todo la mañana en la Laguna d’oliveri, y cerramos la jornada en Cefalú, pueblo pesquero precioso al pie de un monte, paseamos por el Duomo y bajamos hacia el mar, para observar las vistas del pueblo desde el pequeño rompeolas. Viendo el encanto de las casas apelotonadas frente al Tirreno, las mismas que inspiraron a Giuseppe Tornatore para las escenas de mar de Cinema Paradiso. Fuimos temprano a un restaurante para poder gozar, con unos spaghetti ai frutti di mare y alle sarde en un balcón frente al mar, de como el sol se escondía tras las aguas color plata, mientras las barquitas dormían flotando en el mar transparente con un fondo de arena blanca estriada.

Al día siguiente fuimos de excursión a las Islas Eolicas desde Santa Agata, tuvimos suerte, pues es bastante complicado acceder a ella sin reserva, pero parecía que nada podía salir mal y hubo un par de anulaciones que nos dieron paso a gozar de un día por Lipari y Salina. Pasamos el día entero navegando en barco y practicando ‘il tuffo’ en calas inalcanzables a pie, llenas de peces y fauna marina. Mención especial a la playa de Pollara en Salina, desde que vimos El cartero y Pablo Neruda que deseábamos con la ilusión de los niños bañarnos y bucear por esas aguas, no nos defraudo en absoluto.

Volvimos con el Ocaso y llegamos a Santa Agata bien entrada la noche.

Amaneció con el Sirocco, viento cálido y seco provinente del Sahara, debíamos partir hacia el Oeste de la isla, a Case Colomba, y aprovechamos el trayecto para visitar la capital, Palermo. Después de 6 días sin poner los pies en una Urbe, el contraste se hacía inevitable.

Una vez llegado al centro histórico, empezamos el recorrido por el mercado Vucciría de la ciudad, ya era mediodía, y los comerciantes recogían sus paradas de pescado, hortalizas, frutas y otros manjares con el rostro marcado por un día duro. Nos refugiamos momentáneamente en la sombra de los jardines Garibaldi, héroe de la revolución popular de 1968 y llamado el unificador de Italia. El calor era abrasante, pero no nos detuvo, así que empezamos a andar por la via Vittorio Emmanuele hacía el Municipio para contemplar la Fontana Pretoria que había enfrente.

Que calor! Incluso las estatuas de la fontana parecían sudar. Seguíamos andando, bajo 45º, y con 2 trozos de pizza en el estomago! Nos maravillamos con los Quattro Canti, y contemplando y comentando como se parecían los arcos del duomo de Palermo al Gótico catalán, nos dimos por vencidos y pusimos rumbo al ‘mare’, a Castellamare del Golfo.

Sus aguas calmadas hicieron de manto refrescante y nos revitalizaron como fuente de agua de vida. Después de bucear largo rato por delante los guijarros cercanos a la arena, retomamos el camino hacia nuestro próximo punto de encuentro, Case Colomba, cerca de Fulgatore. Se trataba de una casa rodeada de viñedos y en la tranquilidad del paisaje interior de Sicilia.

Al día siguiente fuimos a pasear por Trapani. Pasamos la mañana caminando por sus calles con olor a salitre y ciudad pesquera, observando boquiabiertos su chiesa barroca y demás edificios. Camino de Marsala, nos relajamos frente a la isla de Mothia. Compramos una botella de vino de Marsala para la cena y un CD de Franco Battiato, su melodía nos acompaño el resto del viaje, y después de caminar largo rato, volvimos a refugiarnos en la tranquilidad de Case Colomba.

El día siguiente se presentaba duro, tocaba una excursión por el parque natural de lo Zingaro. Mochilas cargadas, paninos, mucha agua, y … una mala noticia que nos dio el vigilante del parque: “Tanti medusi en la Spiaggia”. Seria duro caminar sin poder refrescarse con un baño, pero valió la pena. Andamos por la vertiente de una montaña que acaba en un mar azulísimo, y paramos a descansar leyendo las peripecias de Montalbano en una calita preciosa.

Por la tarde nos refrescamos en Playa Lunga, camino de San Vito lo Capo. Relajamos las piernas paseando por la población y llenamos el buche con un cous-cous de pesce típico de allí.

La siguiente jornada la dedicamos al cine, esa noche tocaba dormir en Agrigento, en el Suroeste, y aprovechamos el cruzar la isla, para visitar Corleone y Palazzo Adriano (dónde rodaron las escenas de interior de Cinema Paradiso).

Tardamos un par de horas en llegar a Corleone, nos hicimos la foto de rigor, desde que cogimos el avión, lo sabíamos, este verano tendríamos una foto bajo el cartel de entrada a Corleone. Paseamos un ratito por el pueblo, compramos algunos souvenirs y nos fotografiamos en la chiesa que aparece en la película de “Il Padrino”. Estábamos llenos de entusiasmo friki cinematográfico, pero al llegar a Palazzo Adriano, se multiplico por 1000. Era precioso, podías reconocer los espacios de “Cinema Paradiso” perfectamente, la plaza grande con suelo de piedra, la fuente, y una iglesia a cada lado. Faltaba el cine, donde estaba? La mujer del museo nos contó que el cine era un decorado. Estuvimos charlando con ella bastante tiempo sobre la película y varias anécdotas sobre la misma, y tuvo un gran detalle, nos regaló una litografía de la película que tenia en su casa, Grazie signora!

Llegamos exhaustos a Agrigento, una población situada encima de un monte a 1 km del mar. Ya era de noche, la maravillosa habitación del hostal Corte di Greci, estaba situado en lo alto del monte, y antes de dormir, estuvimos contemplando las grandiosas vistas de nuestro balcón, a la izquierda el puerto de Porto Empedocle y a la derecha los templos griegos iluminados del valle dei templi.

Cuando vimos la película Malena, nos obsesionamos con la playa de roca completamente blanca que aparece en ella. Descubrimos que se trataba de La Scala dei Turqui, que estaba a pocos Kilómetros de Agrigento, y tras visitar la valle dei templi fuimos para allá. Impresionante! Era real, el agua azul turquesa, con su lento vaivén, acariciaba un acantilado de roca blanca como la tiza, roca blanca limada por el paso del viento, era como pisar un pastel de merengue duro. Hicimos infinidad de fotos y nos pusimos a andar por la roca en busca de un sitio apartado de la muchedumbre. Nos tiramos un buen rato sentados en el agua, observando aquella maravilla, y con dos piedrecillas blancas, conseguimos hacer barro con el que untarnos la piel. Genial!

Por la tarde, relajados y arreglados hicimos una “passegiatta” por Agrigento, pues un matrimonio italiano que conocimos nos dijeron que “Agrigento no ne bello, é bellissimo!”, y así era realmente.
“Per la matina”, desayunamos fuerte y cogimos la carretera en dirección sureste, llegábamos al ocaso del viaje, un ocaso de tres días que pasaríamos en Ragusa Ibla, en el hostal le Chicche. Ragusa Ibla es un pueblo precioso, situado en una colina y rodeado por un torrente, tiene numerosos edificios de arquitectura barroca, y cuando lo rodeas por la carretera, impresiona ver todas las casas de color gris claro apelotonadas armónicamente.

A medio camino, paramos en la tranquilidad de Punta Secca, una playa tranquila en un pequeño pueblo, con un sencillo faro comandando la zona. La tranquilidad de ese paraje nos cautivó, agua cristalina y calmada, fauna marina, y peces de colores jugando divertidos en un manto algoso de color verde. Podríamos haber pasado días enteros allí sin hacer nada, evadiéndonos de todo.

Durante los tres últimos días, visitamos la monumental Siracusa y la isla de Ortigia, Noto, Modica y Scicli. La tranquilidad y el relax protagonizaron nuestro tiempo, no queríamos que se acabara, queríamos seguir disfrutando del parque de Vendicari, de Punta Secca, de los paseos por Ragusa y de las cenas en una pequeña trattoria con manteles de cuadrados rojos, cenando antipasti siciliano y buenos platos de pasta. Pasábamos las veladas comentando todas las anécdotas de esos días, el buen carácter y la amabilidad de la gente siciliana, la infinidad de sitios preciosos donde habíamos estado, y la máxima que dos signoras de Milán nos recomendaron en Agrigento: “Girare per il Mondo Ragazzi, Girare”.

Pero todo llega a su fin y aunque no pudimos parar el tiempo, el recuerdo de esos “quindici giorni” permanecerán para siempre con nosotros.

Articulo escrito por Júlia Llop y Aleix Toro
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