Llegamos al aeropuerto de Palermo un domingo. Estaba en obras, lo que nos obligó a coger una pequeña furgoneta para ir a la zona de alquiler de coches. Menos mal que nos habíamos asegurado de llevar tarjeta de crédito porque vimos varios compatriotas con problemas a la hora de coger el coche por no tener dinero para la fianza de 600€.
Después de coger el coche alquilado salimos dirección a nuestro primer alojamiento: Giardini di Sicilia. Primero fuimos dirección a Palermo y pasamos por los suburbios de Palermo.
En dirección a Messina y después de atravesar dos horas de autopista, llegamos a Sant’agata di Militello y allí tuvimos problemas con la máquina de monedas para pagar el peaje (todas las autopistas que empiezan por A son de peaje). Y finalmente nos ayudó una mujer por el telefonillo (1). Llegamos un poco tarde por esa razón, pero Reginaldo nos recibió amablemente y nos dio de cenar tres platos especiales, muy ricos, pero fue demasiada cantidad: si vais a cenar allí, tenedlo en cuenta.
Il Giardino di Sicilia está apartado en la montaña y tienes magníficas vistas de la bahía. Cada habitación es medio “iglú” con su baño incorporado: hay mucho espacio para dos personas. Los desayunos eran muy naturales y tranquilos en la terraza mirando a la bahía.
Lunes: El primer día Regi nos recomendó ir a Cefalù pasando por el pueblo de las cerámicas y de vuelta ver el castillo en la montaña de Castellbuono, y así hicimos: cogimos la carretera SS113 (Strada Statale por la costa norte Palermo-Messina) y llegamos a Santo Stefano di Camastra, donde vimos unas cuantas cerámicas y listo.
Después de unos cuantos pueblos más, llegamos a Cefalù para comer. Comimos un rico pez espada a la parrilla y una rica pasta rellena con tomate, champiñones y algo más en el primer restaurante que encontramos a la entrada de Cefalù. Siento no saber su nombre: sólo sé que tiene una terraza que da a un pequeño acantilado y se llega saliendo de la SS113 pasando el puerto.
Cuando volvimos al coche nos encontramos con una multa (2), y con suerte conseguimos pagarla enseguida. Dejamos el coche más lejos a la entrada desde la Statale y fuimos andando un rato (nos encontramos con una serpiente) para ver el centro de Cefalù.
Allí vimos la catedral, pero era todo muy turístico y comimos nuestro primer helado siciliano (3).
Luego volvimos por la carretera y subimos hacia Castelbuono por una carretera con buenas vistas. Allí vimos un castillo-mansión y aunque estaban en fiestas el pueblo aparecía con poca gente. Finalmente, con noche cerrada volvimos andando y luego en coche.
Martes: fuimos a las Isole Eolie, tal y como nos recomendó Reginaldo, con una empresa conocida suya. El barco partía de Milazzo y llegamos tarde (4). Además el aparcamiento era imposible porque va por horas, así que la única opción es fiarse de algún garaje privado (Ejemplo: Garaje Ferrari, sito en Vía Ten. Minniti).
El viaje consistió en la visita de las dos islas más alejadas: Panarea y Stromboli; además de varias vueltas en barco alrededor de las islas. En dichas islas, las calles son muy estrechas, por lo que se mueven con pequeños carricoches o ciclomotores. Es curioso cuando dos de ellos se encuentran.
Panarea en concreto es una isla muy bonita con sus casas blancas y muy luminosas. Uno se plantea comprar una de esas preciosas casitas de la montaña, y vivir o pasar las vacaciones allí.
Después de cenar en el mismo barco (una simple macarronada), fuimos a visitar Stromboli: es una isla volcánica con un volcán en activo, por lo que el paseo en barco incluye una vista de las erupciones desde el mar. Y la vuelta a Milazzo por la noche a la luz de la luna fue una maravilla.
Miércoles: Para ir a nuestro segundo alojamiento cerca del Etna, decidimos subir por la montaña desde Capo D’Orlando por la SS116. Y acertamos: aunque era una carretera sinuosa, el bosque que nos rodeaba hizo muy agradable el viaje. Paramos a comer en una trattoria llamada Keria, un poco apartada de su población: Ucria.
Por suerte, de paso pudimos visitar una Iglesia bastante coqueta al subir hasta el restaurante. Pasamos por Randazzo y Castiglione di Sicilia y llegamos a «Fondo Cipollate», que se encuentra un poco escondido por carreteras secundarias. Eso mismo añade un punto más a la belleza del lugar: «Fondo cipollate» es una preciosa casona rural envuelta por montañas con árboles que le dan mucha vida. Nos encantó la casona y la habitación era estupenda. Nos recibió la dueña, pero no la volvimos a ver en los tres días que estuvimos. Es una pena que no nos atendieran mejor, pero también estuvo bien tener toda la finca para nosotros solos.
Ese mismo día volvimos para cenar a Castiglione di Sicilia. Busqué un restaurante recomendado (La Dispensa dell’Etna) y cenamos un plato de ensalada y otro de pasta, pero no nos gustó, una pena. Por lo demás, el pueblo era bastante antiguo y un poco dejado: los edificios estaban muy estropeados por la humedad, y eso que se encuentra en un alto.
Jueves: el desayuno en el B&B estaba bastante bien, sobre todo el zumo natural de naranja.
Pedimos información para ir al Etna y gracias a una chica del Fondo Cipollate, tuvimos unas indicaciones para llegar al volcán. Sin embargo, una vez que se sale de la autopista, es fácil perderse por los pueblos que hay que pasar antes de llegar a la carretera del Etna. Es importante atender bien a los carteles que indican la dirección que tomar, aunque muchas veces están semiocultos.
Después de subir mucha carretera, llegamos a la zona donde se crearon muchos cráteres durante las erupciones recientes.
Allí hay una gran zona de aparcamiento que, supusimos se llena con las nevadas, aunque en verano estaba casi vacío. También hay varios restaurantes y muchos puestos turísticos. Por cierto, no se nos ocurrió que estaríamos a miles de metros de altura, por lo que la temperatura bajaría bastante. Sin embargo, por lo visto es bastante normal olvidarse de ello y se puede comprar ropa de abrigo a precio turístico en los puestos. Así que compramos unas sudaderas, lo cual nos bastó para aguantar el fresco de la montaña.
Decidimos subir uno de los cráteres y fue una bonita experiencia. Nos costó subir porque las piedrecitas volcánicas que componen las laderas del volcán están muy desmenuzadas y con cada paso, te hundes en ellas. Además, aunque con pantalón corto no se pasa frío, las sandalias no fueron el mejor calzado para subir por la arena negra, que nos teñía los pies y se nos metían las piedrecitas. Sin embargo, las vistas de los cráteres era magnífica. Sin duda, valió la pena. Se podía subir más arriba con el telesilla, pero nosotros nos quedamos con la visión del volcán envuelto en nubes.
Bajando desde el volcán decidimos dar una vuelta por los pueblos de alrededor en el camino a nuestro alojamiento, de forma que al terminar habríamos rodeado todo el Etna en sentido de las agujas del reloj. Pasamos por el pueblo del pistacho sin parar (Brento) y llegamos a Randazzo para tomar algo de cena rápida: unos panini (7) con carne de cavalo, que no estaba mal, en un puesto de comida para llevar.
Viernes: Después del desayuno, decidimos disfrutar de la piscina. Fondo Cipollate tiene una piscina muy bien conservada y junto con el paisaje de alrededor, resulta una delicia darse un baño en ella.
Ese mismo dia fuimos a visitar Taormina, un pueblo en lo alto de un acantilado, con unas vistas asombrosas. Se puede subir desde la costa con el funicular o en coche. Una vez arriba hay varios sitios privados para aparcar, no son caros. Allí comimos en un restaurante con poca gente pero muy agradable (Bella Blu con vistas a la bahía), con vistas a la costa, a la montaña y al funicular.
El mayor atractivo turístico de Taormina es el teatro griego muy bien conservado y allí estuvimos admirando sus vistas a la montaña arbolada y también por el otro lado a la costa. Fue estupendo sentarse en sus gradas y andar por donde hace más de 2000 años, los griegos pasaban las tardes de teatro.
A la salida de Taormina decidimos seguir por la costa este de Sicilia hacia el sur, para llegar a los pueblos «Aci»: Acireale lo vimos de pasada porque no teníamos mucho tiempo, pero habría valido la pena visitarlo.
Donde sí que nos quedamos a cenar fue en Aci Castello. En la plaza principal del pueblo, frente al castillo encima del promontorio pegado a la costa que le da nombre al pueblo, cenamos unas pizzas en la plaza. Por cierto, la pizzería parecía muy popular y había mucha gente italiana. Y entrada la noche volvimos al alojamiento (8).
Sábado: No nos pudimos despedir de la dueña porque no la vimos en ningún momento después de que nos recibiera el primer día. Así que después de dar las gracias a las chicas de los desayunos, pusimos rumbo al sur, hacia Ragusa. Pero antes, y ya que la autopista nos llevaba directos a ella, paramos en Siracusa. Allí, después de dejar el coche en un parking súper barato y comer en una cafetería, nos dirigimos andando (pues estaba próximo) hacia un monumento que nos había parecido de lo más curioso: parecía una enorme tienda de campaña, como la de un circo, pero esbelta y hecha de cemento, no de tela.
Nos encontramos que era el Santuario della Madonna delle Lacrime: una virgen muy famosa en el sureste de Sicilia (y quizás también en todo Italia). Un lugar muy amplio y abierto, recomendado para una corta visita, al menos.
Después fuimos a ver las catacumbas romanas, construidas por los primeros cristianos, pero utilizadas mucho durante los primeros siglos del cristianismo. La verdad es que estaban muy bien conservadas, y aunque no tuvimos la suerte de tener una guía que hablara en español, conseguimos entenderla con la doble explicación en Inglés e Italiano que recitó.
Por último fuimos a visitar las ruinas greco-romanas, de las que sólo nos dio tiempo a ver el anfiteatro romano, ya que teníamos que estar pronto en el B&B. También nos habían recomendado visitar el centro y el puerto de Siracusa, pero no teníamos tiempo.
Además, tuvimos la mala suerte de elegir mal la ruta para llegar a «Casina di Grotta di Ferro», y dimos una vuelta demasiado grande por lo que llegamos un poco tarde. Pero después de disculparnos, Franco nos tranquilizó. Cuando llegamos, nos enseñó el patio, la cocina, la barbacoa y la piscina. Y por último nos dio una habitación algo pequeña, pero confortable. Hay que decir que todas las habitaciones son como grutas, sólo por el aspecto del techo, porque están muy bien decoradas. Y lo único malo es la sensación de encierro porque no hay casi ventanas. De hecho, el lugar es muy popular, ya que estaba lleno: unas ocho reservas ocupaban todo el B&B.
Domingo: El desayuno se toma en el pequeño comedor de la Casina di Grota di Ferro, y aunque tienen varias cosas para elegir, resulta algo escaso, sobre todo si se llega de los últimos.
Después esperamos hasta que Franco estuviera libre y le pedimos información para visitar los lugares del rodaje de Il Commissario Montalbano, pues teníamos muchas ganas de ver en la realidad lo que tanto nos gustaba en la tele. Con mucha amabilidad, nos entregó un pequeño plano para visitar todos los lugares, que básicamente se centraban en cuatro: Punta Secca, Scicli, Modica y Ragusa Ibla.
En Punta Secca está la famosa casa del Comisario. No se puede entrar, pero se pueden reservar alguna de sus habitaciones si se quiere conocer su interior. Además, lo bonito es el exterior y su vista al puerto y a la playa, no tan llena de gente como se esperaría.
De camino a Scicli, por Marina de Ragusa también se pueden ver alguno de los lugares de carretera de la serie. En Scicli, se puede disfrutar tanto de la famosa entrada de la comisaría, con su escalinata, como la entrada y el despacho del jefe de Montalbano.
En Modica, lo importante es el paisaje de las casas en la colina, tan especial, y sus edificios barrocos tan espectaculares.
Por último, en Ragusa Ibla (la zona histórica de Ragusa, que se encuentra apartada de la moderna Ragusa), está lo mejor: no sólo sus calles son preciosas y llenas de vida, sino que pudimos admirar la belleza de la plaza de la catedral, tan repetida en los capítulos de la serie de Montalbano; pero que en la vida real es aún más fantástica.
Lunes: De compras en el súper nos encontramos con mucha variedad de productos. Y es que aunque los italianos no tienen tanta variedad de alimentos, al centrarse en pasta, derivados de la leche y bebidas, han desarrollado variedades inimaginables para los españoles. Algo que nos encantó fueron los sabores de los zumos y yogures.
Después de comprar algo para comer fuimos a hacer una barbacoa en la Casina di Grotta di Ferro, tranquillamente.
Y para rematar, cogimos un par de bicis (que ya le habíamos pedido por la mañana a Franco) e hicimos una corta ruta por los campos del sur, terminando con un bañito en la piscina a la luz de la luna (no hay horarios y uno puede bañarse cuando quiera).
Martes: Yendo hacia Agrigento, quisimos pasar por la Villa romana del Casale. Llegamos allí, pero no teníamos mucho tiempo para llegar a «La terrazze di Montelusa». Así que no llegamos a entrar, aunque el aparcamiento era inmenso y parecía bastante bien montado y muy grande. Así que fuimos luego directamente a la ciudad. Tuvimos dificultades para entrar en coche en la zona antigua, que es donde se encuentra el B&B. Pero finalmente llegamos y Francesco me estaba esperando y me dejó su sitio de aparcamiento en la plaza. Francesco fue estupendo y nos enseñó un plano y cómo ir a los mejores sitios, ya que sólo nos quedaríamos dos noches en la ciudad. El B&B estaba muy bien, muy cuidado y el desayuno era muy agradable, con buenas vistas. La habitación estaba muy bien, sólo un pequeño detalle: la cama estaba demasiado blanda, como vieja.
Miércoles: Después de un buen desayuno con unas buenas vistas en la terraza de ‘Montelusa’ nos dirigimos a la «Scala dei turchi». No está lejos de Agrigento y con las indicaciones de Francesco llegamos estupendamente. Se trata de una playa donde el principal atractivo es un pequeño monte de arcilla blanca, blanca como la nieve, que se puede escalar y tiene unas vistas estupendas. Parece ser que dichas arcillas, junto con las que se pueden encontrar a lo largo de la playa, son bastante buenas para la piel. Desde luego la montaña blanca de arcilla es digna de visitar y hacerse una fotos súper luminosas.
Después de pasar la mañana en dicha playa, fuimos a comer a un restaurante pizzería. Hay que recordar que en Italia no se come pizza por la tarde, así que tomar una pizza por la tarde es una novedad, y dirigido a turistas. Sin embargo, en el sitio en que estuvimos la pasta y la pizza estaban muy buenas. No recuerdo el nombre de la pizzería pero sí que está en la entrada de la casa donde nació Luigi Pirantello, y la pizzería parecía bastante conocida, en la carretera de Villaseta hacia Porto Empedocle.
Por cierto, Porto Empedocle se corresponde con Montelusa, uno de los nombres que utiliza el autor de El Comisario Montalbano en sus libros.
Por la tarde, visitamos el Valle dei Templi: un valle a la entrada de Agrigento, donde pudimos visitar tres templos griegos, dos de ellos muy bien conservados, en una lengua de terreno de más de dos kilómetros. La entrada cuesta 10€, como casi todas, y aparte ofrecen un servicio de taxi, ya que recorrer 5 km (2 de subida, 2 de bajada y otro más de zigzagueo) bajo un sol de verano puede ser agotador.
Jueves: después de despedirnos del siempre súper amable Francesco, cogimos la dirección de Mazara del Vallo por la autopista del sur. Fue un viaje agradable y en vez de ir directamente a Trapani, nuestro destino, pasamos por Marsala, donde después de comer visitamos de pasada las salinas y sus antiguos molinos de viento: un paisaje muy bonito donde la gente va a darse baños de pies o practicar windsurf y kitesurf. A mí personalmente me encantó la vista de la bahía y el agradable viento que sopla casi siempre. Llegar a «A lume di candele», cerca de Trapani, fue fácil y Mario nos recibió entre sus perros. Su finca es muy agradable, y si te gustan los perros (como a mí) es una delicia estar rodeado por perros que se dejan acariciar. Mario fue muy agradable y nos ofreció toda su casa. Por cierto, su casa da al lago di Paceco, por lo que goza de tranquilidad y buenas vistas. La casa tiene unas habitaciones enormes y tiene unas amplias zonas comunes. Además, Mario tiene muchos detalles, como dejar música suave (jazz, clásica, etc.) por la noche en el salón: ideal para relajarse después de pasear todo el día.
Antes de irnos a dormir, decidimos ir a dar un paseo nocturno por el Puerto de Trapani; allí cenamos un poco de la comida rápida típica siciliana: algunos paninis y otras cosas en el mismo puerto.
Viernes: A la mañana, Mario y su mujer nos dedican un desayuno personalizado: salado, dulce, zumo, etc. Nos cubren de atenciones, son súper amables. Gracias a Mario, podemos llegar a Segesta, donde vamos a ver un templo griego y otras construcciones de su época: aunque el templo está muy bien conservado, lo que más nos gusto fue el teatro griego, con sus preciosas vistas a las montañas del interior de Sicilia. También quisimos visitar las termas de Segesta, pero no las encontramos. Así que volvimos a dar un paseo por Trapani y nos encontramos con un mercado de comida al aire libre (lleno de gente, por supuesto).
Sábado: Pensamos en ir a Erice, un pueblo en lo alto del monte que se encuentra enfrente de Trapani. Aunque nos lo habían recomendado mucho, no llegamos a ir. En vez de eso nos fuimos de compras a Trapani. También nos dimos un baño en la piscina de «A lume di candele», muy bonita y delante del bosque que da al lago de Paceco.
Domingo: nos despedimos de Mario y nos dirigimos a Palermo. Quisimos dar una vuelta por la ciudad antes de marchar al aeropuerto, así que aparcamos por el centro y dimos una vuelta. No llegamos a ver nada especial, pero no fue muy agradable: demasiado sucio, y así es en todas las ciudades. Eso ya lo sabía, y por eso no pasamos mucho tiempo en ninguna ciudad.
Notas
(1) Los sicilianos, salvo excepciones, suelen ser secos. Hay que esforzarse para sacarles una sonrisa.
(2) Los ayuntamientos son muy estrictos con los aparcamientos: las multas son de 40€, así que hay que fijarse muy bien donde aparcar y pagar los 2€ o 3€ que sean necesarios. ¡Incluso por la noche en las playas! Creo que los domingos ya no lo revisan.
(3) El helado no es tan barato como se dice, aunque normalmente por 2€ tienes una tarrina que en Madrid cuesta 4€. Eso sí, es casi siempre artesanal y muy rico. Además tienen la costumbre de ofrecerlo dentro de un bollo, lo cuál es recomendable probar.
(4) La señalización de las salidas en las carreteras es pésima. Pocas veces se avisa antes de la salida indicando cuantos metros falta (en las autopistas sí). El resto se hace justo en la salida (incluso en curvas sin visibilidad previa) o se hace antes de tiempo sin saber si se refiere al cruce actual o el cruce siguiente.
(5) Al entrar en una autopista hay que coger siempre el tíquet del peaje (a veces hay que pulsar un botón para ello) ya que en la salida siempre te lo piden.
(6) En cualquier carretera, la regla de los +20: si el límite son 50, te pitarán si vas a menos de 70. Si es 70, has de ir casi a 90. Si el límite es 100 o 120, te adelantarán todos a 140 o más. Es mejor echarse a la derecha y dejar pasar cuando te lo pidan. Y siempre van pegados al culo del de delante, pero en Sicilia no es de mala educación, sino que no saben conducir de otra forma.
(7) En Italia, los panini son bocadillos hechos con un trozo de pan o bollo del tamaño de un perrito caliente, que se cortan por un lado y se rellenan con jamón, queso, carne o cualquier ingrediente que se quiera. Puede parecer algo simple, pero no encontrarás algo así tan rico en España. Y por lo visto, en las ferias de verano son muy populares.
(8) Algo que hicimos bien, eso creo, fue evitar las autopistas para ver los pueblos por los que pasábamos de camino a otros lugares. Eso sí, con la noche cerrada y para llegar pronto a la cama, fue un acierto elegir las autopistas.
Comida y bebida
– La pizza no se come en el almuerzo, es más para la cena, aunque en las zonas turísticas se puede comer igualmente. Además la pizza italiana suele ser muy fina los españoles y americanos estamos acostumbrados a que tenga más masa y ser más jugosa.
– La Fanta Arancia no sabe igual que la Fanta Naranja de España. Parece más ácida o algo así.
– En los restaurantes especializados en pasta, anti-pasti es todo lo que no es pasta (salvo carnes y pescado) y muchas veces las pastas y salsas se agrupan en pasta con carne y pasta con pescado. Así que si no te gusta el marisco, no pidas pasta con pescado.
– Comidas típicas muy ricas: canoli (unos hojaldres enrollados rellenos de nata o pistacho, etc.), arancini (bolas de arroz empanadas y fritas que junto al arroz, pueden llevar jamón y queso, carne, pimiento, etc.) y latte di mandorla (leche de almendra, es blanca y sabe como mazapán líquido)
– También se están viendo mucho las mazapanes con forma de fruta, muy vistosos y ricos.
– Granite, granite, granite: Los granizados sicilianos no tienen nada que ver con los españoles. Son estupendos. Recomendados si te gustan las bebidas dulces
Ayudas con el idioma
La c se pronuncia a veces como ch y otras como s
La cc se pronuncia ch
La ch se pronuncia k
La z se pronuncia s
La zz se pronuncia … bueno, como en pizza
No saben lo que es “Hielo”. Aunque les pidas ghiaccio, no entienden porque para ellos es incomprensible que se compre el hielo, en vez de hacerlo en casa.
Ticket o billete = biglietto
El plural se forma casi siempre terminando en i