Nuestra premisa para conocer Sicilia era hacerlo a nuestro aire, sin el frenético ritmo impuesto habitualmente por los tour-operadores. Es por ello que, indagando un poco, dimos con Trinakria Tours. Vencidas las reticencias iniciales al ser la primera vez que organizábamos un tour sin el “cara a cara”, muy pronto comprobamos que estábamos en buenas manos. La comunicación vía e-mail era muy fluida y no nos lo pensamos dos veces: ¡a Sicilia se dijo!
En nuestro caso, acordamos el tour “Sicilia con encanto” adaptado a diez días… que ojalá hubiesen sido muchos más porque hay tanto que ver en esta maravillosa isla… el caso es que los chicos de Trinakria Tours nos propusieron cuatro establecimientos durante el viaje, localizados estratégicamente para que pudiésemos tener una visión global de la isla, conociendo alguno de sus emplazamientos imprescindibles. Además, antes del viaje nos facilitaron una valiosa información tanto de guías locales con los que organizar excursiones, como una numerosa remesa de locales y restaurantes a los que acudir sin temor a caer en los llamados “atrapaturistas”.
Dimos inicio al viaje en la caótica PALERMO. A primera vista puede parecer una ciudad decadente y desvencijada pero si le das una oportunidad (y un par de días) comprobarás que es, sobre todo, muy auténtica y, a cada paso que des, podrás comprobar numerosos rincones impresionantes. Eso, sin contar con su patrimonio histórico árabe-normando o la variedad de su gastronomía, especialmente la que puedes degustar en la misma calle. Nosotros hicimos el tour gastronómico nocturno nada más llegar y ello nos ayudó tanto a empezar a conocer la ciudad sin temor a extraviarnos, como a degustar alguna de las especialidades locales. La potencia del sabor y carga calórica de los panelle, la rascatura o el característico pani ca meusa (bocadillo con bazo, ndr) bien valen darles una oportunidad.
Tras una digestión ciertamente pesada, al día siguiente nos metimos en harina cultural, con la muy competente guía Alessia Polizzi, que nos descubrió los rincones imprescindibles de la ciudad como el Palacio de los Normandos y su excelsa Capilla Palatina, la catedral, la Martorana, la Fuente de la Vergüenza, el Teatro Massimo o Quatro Canti, punto neurálgico de la ciudad. Tras degustar unos arancini en la misma Via Maqueda, nos acercamos a Monreale a visitar su catedral, otro de los máximos exponentes del estilo árabe-normando.
El último día en Palermo incluyó un paseo por el imprescindible, ajetreado y caótico mercado de Ballaró, que es el paradigma de “desorden organizado”. Si lo que buscas no está aquí es que no existe. Posteriormente, cogimos un tren para visitar la hermosa Cefalú, donde destaca el conjunto que forman su catedral y la extensa playa que se encuentra a pocos metros. Aquí nos fuimos familiarizando con los lidos, parcelas de explotación privada de las playas, que cuentan con servicios, duchas y también chiringuitos, y que fueron una constante en las playas que visitamos.
Nuestro B&B en Palermo fue una preciosa casa palaciega en el barrio árabe del centro de la ciudad, auténtico remanso de paz entre tanto bullicio. Gran cuidado por los detalles y un desayuno que fue de los mejores que tomamos en nuestro viaje. Cada día encontramos una especialidad diferente, desde fruta fresca cortada, tomates cherrys deliciosos o unas nutritivas tortitas. Nuestra habitación abuhardillada era del tamaño justo pero tenía la ventanita en el techo la hacía sumamente encantadora.
Hay que decir que, en una primera impresión, el entorno en el que se encuentra el B&B no da una gran sensación de seguridad, sobre todo por las noches, cuando la iluminación escasea y vuelves caminando desde los lugares más concurridos de la ciudad. Sin embargo, como todo el mundo te dirá, incluyendo los guías locales, Palermo es una ciudad segura, si uno toma las precauciones que tomaría en cualquier gran ciudad europea. Tras un par de días, teníamos la sensación de que nos “habíamos hecho” con la zona y no tuvimos problema alguno en salir y volver al B&B a la hora que fuese.
Dejamos Palermo y, previa parada en Mondello para darnos un refrescante baño en sus tranquilas y cristalinas aguas, y admirar sus caserones estilo “liberty”, nos dirigimos a AGRIGENTO. Pensar en Agrigento es pensar en el Valle de los Templos, visita imprescindible en Sicilia. Tanto como hacerlo con un guía. Y si es tan simpático y carismático como Sergio, mejor que mejor. Pero no hay que desdeñar el casco antiguo de Agrigento, con su arteria principal (Via Roma) repleta de negocios y restaurantes, como el Ruga Reali o la enoteca Chez Nous.
Pero la visita a Agrigento no se explica sin el establecimiento en que hicimos dos noches y, sobre todo, con su gerente, Francesco Foti. Una persona encantadora, con una especial sensibilidad para el arte, tal y como comprobarás en cada uno de los rincones de su encantador B&B. Da gusto compartir un desayuno en su espléndida terraza con vistas al Valle de los Templos (que vale por sí sola una estancia aquí) con una persona tan cultivada y acogedora.
Otros lugares que pueden visitarse desde Agrigento son la atestada pero vistosa Scala dei Turchi o playas como la de Eraclea Minoa.
Transcurrida nuestra estancia en Agrigento, pusimos rumbo a Siracusa pero haciendo paradas interesantes en pueblos como Enna y, sobre todo, en Piazza Armerina y, su joya de la corona: la Villa Romana del Casale, otra de las imprescindibles visitas en la zona central de Sicilia. Es impresionante comprobar el estado de conservación de esta villa y los magníficamente conservados mosaicos que la adornan.
Llegamos a Siracusa, y más concretamente, a la isla de Ortigia, prácticamente de noche, pero con un solo vistazo pudimos comprobar su majestuosidad y magnífico estado de conservación. Podemos decir sin lugar a dudas que fue la ciudad que más nos gustó. Perderse por sus calles resultó una delicia, especialmente por la zona de la Giudecca, y terminar en la excelsa piazza del Duomo, donde poder admirar la hermosa iluminación nocturna mientras con, por ejemplo, un helado de pistacho en Gelateria Fiordilatte. Sin embargo, recomendamos acudir a la misma plaza en las primeras horas de la mañana, donde el sol naciente dota a la piedra de Siracusa de unas preciosas tonalidades. Luego puede entregarse uno al vicio de las compras, pues establecimientos comerciales no van a faltar.
Desde Siracusa puede hacerse la ruta de los pueblos del barroco siciliano (Noto, Ragusa y Módica) donde se encuentran algunos de los más reputados restaurantes de la isla, o bien acudir a la siempre fotogénica Marzamemi. Nosotros no tuvimos suerte con el tiempo y no lo pudimos disfrutar plenamente.
La oferta gastronómica en Siracusa es muy interesante y vale la pena dejarse llevar por el instinto. Nosotros probamos el Bella Bistrot (bien, aunque no maravilló, en parte por un local bastante impersonal) y el Restroscena (mucho más acogedor y con una carta que nos satisfizo bastante más). Nos quedamos con las ganas de probar muchos más pero la estancia llegaba a su fin.
Y hablando de la estancia, en Siracusa nos quedamos en un Hotel que, quizá, fue el establecimiento que menos recordaremos de todos en los que estuvimos. Sabemos de la exclusividad de hacer noche en la isla de Ortigia pero quizá no nos resultó tan acogedor como el resto. Quizá la habitación era un tanto pequeña y, aunque teníamos el lujo de disponer de vistas al mar, éstas quedaban algo mermadas por tener, justo delante, el muelle. No obstante, el personal fue muy amable y tenían un desayuno con productos locales bastante sencillo pero delicioso. En resumen, ninguna pega en concreto, simplemente que el listón estaba bastante alto.
Dejamos Siracusa con mucha pena pero rápidamente se nos pasó porque pusimos rumbo a la no menos bella Taormina. Vale la pena llegar a primera hora de la mañana, tanto para encontrar aparcamiento en uno de los tres parkings que circundan la ciudad (en nuestro caso, el de Porta Catania), como para contemplar la belleza de este enclave antes de que llegaran las hordas de turistas. Es imposible no hacerse uno y mil “selfies” en alguno de los bellos rincones de Taormina. Las vistas, desde cualquiera de los miradores que la contemplan, son absolutamente espectaculares. La joya de la corona es el Teatro, en el que, siempre que estés dispuesto a seguir subiendo más escalones, podrás hacerte con la foto perfecta, con el Etna al fondo. Como buena ciudad turística, los precios en Taormina son sensiblemente más caros que en el resto de la isla pero, al menos, el entorno es de los que hacen que valga la pena pagar, por poner un ejemplo, ocho euros por una caña.
De buena gana nos hubiésemos quedado más tiempo para disfrutar de las playas de la zona (como la de Isola Bella), a las que se puede acceder en funicular, pero es que nos esperaba la guinda perfecta al viaje. Y es que, entre las poblaciones de Giarre y Riposto se alza un hotel-boutique, entre una arboleda de cítricos, que es un auténtico regalo para los sentidos. A estas alturas era de agradecer un establecimiento de este tipo, donde todo era paz, relax, y puro goce para los sentidos. La antigua pero remodelada casona, la zona de la piscina, las camas balinesas… todo está cuidado al detalle en este Hotel. Y no podemos dejar atrás la habitación, conformada por dos cristaleras que eran una auténtica delicia, tanto de día como de noche.
Mención aparte merece el restaurante del hotel que, a nuestro humilde entender, bien podría ser merecedor de una estrella Michelin. Algunas especialidades culinarias de la isla, pero dándoles una vuelta de modernidad y sofisticación. Y una selección de vinos espectacular, con mención especial a los Nero d’Avola que nos dieron a probar. Obviamente estamos hablando de un establecimiento de categoría por lo que el dispendio no fue menor, pero la experiencia bien lo valía.
Para el último día dejamos la excursión al Etna, lo cual no sé si fue una buena elección ya que el cansancio tras más de una semana en la isla ya empezaba a hacer mella. Sin embargo, gracias a Carmelo Giuffrida, hicimos una ruta bastante asequible y, además, pudimos ser testigos de alguna de las detonaciones con las que nos recibió uno de los volcanes superiores por lo que el paseo fue de lo más entretenido. Además, Carmelo nos ilustró sobre interesantes aspectos de este particular ecosistema que es el de un volcán activo.
Tras la excursión, un último baño en la piscina del hotel, una copita de espumante para mitigar el calor, una nueva cena por todo lo alto en el mismo restaurante, y un adiós, casi con lágrimas en los ojos, a una isla que ha robado para siempre una parte de nuestros corazones. Volveremos, Sicilia. Prometido.
Articulo escrito por J.G. Auyanet Bobé